La alegría es contagiosa. Cuando alguien ríe a carcajadas no puedes evitar unirte. Hoy, Día Internacional de la Alegría, te ofrecemos un pequeño “monólogo” sobre la alegría e ir al psicólogo. Prepara tus carcajadas…

Día Internacional de la Alegría y su relación con la psicología

¡Hola a todos y a todas! ¿Cómo están? Espero que bien, porque hoy quiero hablarles de algo que está en boca de todos: ¡ir al psicólogo! Sí, esa experiencia que solía ser un gran secreto, pero que ahora es casi tan común como pedir café con leche de almendra y un toque de canela. Porque, claro, somos modernos.

Ir al psicólogo solía ser visto como algo raro, ¿no? La gente pensaba que solo los locos iban al psicólogo. Pero ahora, si no vas al psicólogo, eres el raro. ¡Es casi una moda! Ves a alguien con un café caro y una sonrisa en la cara y piensas: “Definitivamente, esa persona tiene un terapeuta”.

Fases de la atención psicológica

Pero, hablemos de la alegría de ir al psicólogo. Primero, la alegría de admitir que necesitas ayuda. Porque, seamos sinceros, nos encanta tener razón. Y cuando finalmente dices “Sí, necesito hablar con alguien”, ¡zas! Ganas esa batalla contigo mismo. Esa pequeña victoria es el primer paso hacia la sanación… y hacia una cuenta bancaria un poco más vacía, pero eh, ¿quién cuenta?

Luego está la alegría de encontrar al psicólogo adecuado. Esto es como salir en citas, pero con menos nervios y más Kleenex. Pasas por varios “no es tú, soy yo” hasta que encuentras al terapeuta perfecto, ese que te hace sentir cómodo, que no te juzga por contarle tus problemas más extraños, como esa vez que te comiste una caja entera de galletas en una sola sentada… a las tres de la mañana.

Y no podemos olvidar la alegría de la primera sesión. Entras nervioso, te sientas en ese sofá incómodo – porque, vamos, ¿quién elige esos muebles? – y empiezas a hablar. Al principio, parece un interrogatorio, pero luego, las palabras empiezan a fluir. Y antes de que te des cuenta, estás desahogándote como nunca antes. Sales de ahí sintiéndote 5 kilos más ligero, porque, bueno, las emociones pesan. ¡Y eso es un hecho científico!

Ahora, la mejor parte: las epifanías. No hay nada como tener una revelación en medio de una sesión. Estás ahí, contando tu historia por décima vez, cuando de repente, ¡bum! Todo tiene sentido. Es como si te hubieran dado las gafas de ver la vida en alta definición. Y por un momento, todo es claridad y alegría… hasta que sales a la calle y te encuentras con el tráfico de siempre. Pero eh, ese instante de iluminación no tiene precio.

Y luego está la alegría de tener a alguien que te escucha sin interrumpirte. Porque, seamos honestos, todos tenemos ese amigo que cree que es tu terapeuta, pero que en realidad solo espera su turno para hablar. En cambio, tu psicólogo te escucha, asiente, y a veces hasta toma notas. ¡Notas! Eso sí que te hace sentir importante.

Por último, la alegría de mejorar. Ir al psicólogo no es una solución mágica, pero con el tiempo, empiezas a notar cambios. Te sientes más en control, más feliz, y sí, más capaz de enfrentar los desafíos de la vida. Y eso, amigos, es una alegría que vale cada céntimo.

Así que, si todavía no has probado ir a un psicólogo en Jerez, te lo recomiendo. No solo porque es bueno para tu salud mental, sino porque también te dará material para reírte y disfrutar de esas pequeñas victorias de la vida.

¡Gracias por escucharme y que tengan una noche llena de alegría y salud mental! ¡Buenas noches!

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